Quizás por eso acopiamos fotografías en algún
cajón de ébano o en la computadora, y en una incierta tarde fría nos disponemos
a convertirnos en efímeros narradores de esos olvidos sorpresivos. De vez en
cuando necesitamos entibiar ambiente y alma; de vez en cuando necesitamos
visitar nuestros orígenes.
Tal vez nunca hemos pensado en dejar de ser
ocasionales narradores y convertirnos en narradores permanentes de nuestra
historia personal.
“Narro; luego existo”, no es sólo una frase impactante
extraída de las arcas de la Psicología. Es un fenómeno que se vuelve tangible
en nuestra conciencia, a medida que las palabras hilan la historia del
hablante.
Recién entonces podremos darnos cuenta de cuántos obstáculos hemos
sorteado, de cuánta energía desconocida imprimimos en los actos cotidianos -ésos a los que, por simples y obvios,
despojamos de su rol esencial como soportes de resiliencia-.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario