sábado, 26 de marzo de 2016

Desde el Taller de Iniciación a la Narrativa, comenzado en Marzo/16, de Edgar Allan Poe a Alfredo Zitarrosa... porque no sólo de alcohol muere el hombre.

La caja


Esa noche me invadieron unas ganas casi ajenas de caminar sin rumbo alguno por Montevideo; de todas maneras, ningún caminar que hiciera podría tener rumbo, no conocía ningún lugar, no conocía a nadie, no conocía nada. Pero caminé. Habían transcurrido una treintena de minutos cuando me encontré frente a aquel bar de aspecto peculiar, escuché cómo la puerta se quejó por mi entrada, me dirigí a la barra y sentí cierta descoordinación entre el suelo y mis pasos: sonaban con retraso, como si no fueran míos sino que me seguían.
- Un cuba libre por favor- dije rompiendo ese silencio casi físico que había.
El Barman asintió mientras dibujaba una sonrisa de amabilidad.
Mientras tanto, en una mesa se levantaba la única persona que se encontraba en el local antes de mi llegada, que se acercó a la barra y se sentó junto a mí.
-Uno para mí también, Miguel- dijo mientras se acomodaba en el asiento. Me gusta el ron cuando es compartido y hace mucho que no se presentaba una oportunidad.
Nos sirvieron los cubas y brindó levantando su copa hacia mí.
–Por vos, porque brindar por mi salud sería un desperdicio. ¿Qué haces por acá?
-Solo caminaba, le contesté. Quise entrar por un trago y al terminarlo probablemente continúe. ¡Qué paz que se respira! -exclamé.
Respondió un simple monosílabo mientras gesticulaba un desacuerdo con mi comentario y se llevaba el vaso a su boca. “Fa!”.
-¿Quieren algo de música? - pregunto el Barman. Se aceptan peticiones.
-¿Tienes algo de Serrat?- le pregunté. Me gusta mucho escucharlo, unas cuadras atrás vi un anuncio de un concierto en el que participará, un homenaje a Zitarrosa.
-¿Zitarrosa?- contestó con rostro de a quien le dan cuerda. Antes de complacerte con Serrat, déjenme contarles una de las tantas cosas que he visto y escuchado aquí mismo, en esta humilde barra. La familia Vega era una de las más pudientes de todo el Uruguay; hace muchos años, el hijo mayor de la familia, Fernando Vega Carrasco, era una de las personas que más frecuentaba este bar, se sentaba justo ahí, donde estás vos, pedía “Una de Alfredo”, un trago y un pucho. Se sentaba a conversar, hablaba de él, muchísimo, decía que no escuchaba más que su música, me contaba anécdotas de la vida de Zitarrosa con tanto detalle como si él hubiera hecho presencia en estas, era un fanático, era un enfermo. Se quedaba largas horas, pedía trago tras trago, el dinero nunca lo limitó, había heredado tierras muy productivas, nunca se esforzó por un solo peso y tenía millones. Ya sabés lo que dicen, unos con tanto y otros tan poco. No supe nada de él desde el 89, el año de la muerte de Zitarrosa, pero lo vi una sola vez y fue poco después: entró por esa puerta, loco de contento, me saludó con mucho cariño, se quitó su abrigo, depositó sobre la barra con extremo cuidado una caja que traía en sus manos y me pidió el último trago y el último pucho que le di. Me contó que acababa de pasar por una situación muy extraña: había llegado una persona a su puerta ofreciéndole algo a cambio de toda su fortuna porque sabía que él era el fanático más grande que llegó a tener Zitarrosa en vida y el más grande que tendría después de muerto. Esta persona le ofreció el corazón de Zitarrosa, literalmente, ¡su corazón! Era un malviviente que sabía de él y a la muerte del cantante tuvo una horrible idea: extraerle el  corazón para vendérselo a su millonario fanático. Yo no podía creer lo que me acababa de contar. Qué historia tan atroz. Al terminar su trago Fernando se levantó del asiento, se colocó su abrigo y dijo:
-Miguel, espero que me perdones pero esta vez no puedo pagarte, no tengo un solo peso- y resguardando con sus dos brazos la caja como si se tratara de una criatura, se marchó.


Otto Danel Villamizar

Taller I de Iniciación a la Narrativa 2016 









La muerte en vida


…Dicen que un día me va a liquidar el cigarrillo, la grapa, el vicio en resumidas cuentas o la mala vida del bohemio que se niega a aceptar las reglas del juego; sin embargo, mi hígado maltrecho es un lujo al lado de lo que hoy le toca vivir a mi corazón sufriente. Padezco nostalgia desgarradora, padezco un sentimiento de vacío infinito que está marchitando mi alma segundo a segundo, hora a hora, día a día. Ya no escribo a diario, ni las flores huelen a flor, ni la miel sabe a miel, ni las noches estrelladas alumbran la retina de mis ojos tristes. Me desconozco en estas tierras lejanas, sin vientos que soplan desde la rambla sur, ni gritos de botijas descalzos jugando a la pelota y desafiando al barro. Los mexicanos se pasan de amables para ser serviles, son buena gente, aunque demasiado para mi gusto; tienden todo el tiempo a la sumisión, a ese “mande usted” insoportable que dejó como resaca la esclavitud, la antigua aunque también la moderna. Como sabrás ese no es mi estilo, me gusta jugar de tú a tú, siempre en igualdad de condiciones, poder sentirme semejante de mis paisanos y acá eso es casi imposible. Estoy desnorteado, como sapo de otro pozo y todo me resulta completamente ajeno por este lado del mundo. Duele la distancia, viejo, aunque más duele la terrible sensación de no poder hacer nada ante la barbarie. Noto de manera irreversible que el día que me subí a aquel avión firmé una suerte de acta de defunción creativa. Ya no estoy en llamas, ni expulso pasión por los poros. Es raro, extraño; siento que a pesar de haberme escapado me cortaron un pedazo de espíritu y borraron de un plumazo esa incipiente sonrisa que nace en la comisura de los labios, lograron su cometido, triunfaron en la misión de amputar libres albedríos y ganas florecientes. Ahora voy a dejarte y me voy a sentar delante del papel. Sí, voy a agarrar la birome pero no te prometo nada; sin avidez y anhelo es difícil que aparezca la inspiración del poeta…

Don Washington se secó una lágrima porfiada que le atravesó la mejilla izquierda. Dobló el papel, ya amarillo de tan gastado, y lo guardó en la mesita de luz, aquella que oficiaba como caja fuerte de todas las cartas que llegaban del Flaco en la época del exilio. No sabía porqué pero aquella tenía un significado especial y tantos años después de su retorno al país la seguía relojeando dos por tres, como testarudo ante los acontecimientos oscurantistas ya consumados, como si se tratase de un acto obstinado de sostener viva la memoria por todos los medios, como si la muerte interior de su amigo entrañable hubiese empezado cuando garabateó aquellas líneas. Sin embargo, esa tarde de verano de 1989  la emoción lo desbordó internamente y sacudió sus cimientos como hacía mucho tiempo no le sucedía, un sudor frío le empapó el torso y el corazón le galopaba al ritmo de un caballo indomable. Repasó mentalmente todas y cada una de las imágenes junto a su eterno compinche. Cuando tomó el primer mate vespertino y su frecuencia cardíaca empezaba a normalizarse sonó el teléfono. “MURIÓ ALFREDO” se escuchó, casi imperceptible, desde el otro lado de la línea. Bocha no contestó, solo atinó a soltar el tubo. Permaneció en silencio, rascándose la pera como siempre hacía cuando algo lo sumergía en un estado meditabundo. Impertérrito, quiso calcular la magnitud de la pérdida pero lo inconmensurable  lo frenó en seco. Imaginó cada rincón del Uruguay y de América Latina conmocionados, pero no lloró; el fuego sagrado de Zitarrosa se había extinguido hacía rato, más allá de esa circunstancia llamada corporeidad.        

        
Nacho Gomes
Taller I de Iniciación a la Narrativa 2016                 
















domingo, 20 de marzo de 2016

En el Día Mundial de la Poesía, una infidencia puede convertirse en inesperado tributo.


Esta linda joven es integrante de PERRAS NEGRAS desde hace tres años. Llegó interesada en los Talleres de Narrativa y su dedicación y crecimiento han sido constante justificación de ese interés.Hasta aquí, la apretada síntesis podría ser representativa de la actitud de muchas otras personas.

A fines del año pasado me sorprendió con su propuesta: "Ana, en el verano voy a animarme a probar si mi relación con la Poesía puede funcionar. Nos has dicho tantas veces que un buen narrador por lo menos tiene que leer poesía, que voy a intentar". Palabras más, palabras menos, ése fue su planteo.

En uno de nuestros encuentros más recientes, y fortificando un apetito en incremento, le propuse un poema de Circe Maia. Me comentó que no la conocía pero que se sentía atrapada por su aparente sencillez y la hondura de su expresión. Entonces yo también me animé y le dije si quería leer la obra completa. Es una vieja práctica en el Taller prestar mis libros, porque es una aventura humana e intelectual irresistible para mí. La aceptó encantada y a la semana siguiente me pidió si podía devolver el libro más adelante porque "Me enamoré de su Poesía".

Andrea Alves no sabe que estoy cometiendo esta infidencia pero siento que es su mejor tributo a una de nuestras mejores poetas y que la Poesía merece, en su Día, un homenaje espontáneo, franco, y desestabilizador para el mercado (que sigue sosteniendo que la Poesía no se lee).

A Andrea mi agradecimiento emocionado por afianzar mi confianza en la sensibilidad del ser humano; a l@s lector@s una audaz sugerencia: "Además de leer algún poema, ¿no se atreverían a escribir uno?; ¿no se atreverían a dejarse llevar por lo que sienten y piensan y amordazan? Podrían conocer un perfil propio que nunca aparece en el espejo."






Inicio: 5 de abril




jueves, 17 de marzo de 2016

¿Por qué un empresario debería acercarse a la Poesía?


El artículo “The Benefits of Poetry for Professionals” de John Coleman, publicado en el blog de Harvard Business Review, comienza citando varios ejemplos de conocidos personajes que han habitado con éxito en la intersección entre poesía y negocios, para advertir que es común que los directivos de empresa (los que leen cosas distintas al Management) se limiten a leer no ficción o novelas, pero que pasen por alto un género que podría ser muy valioso para su desarrollo personal y profesional como es la poesía.

He aquí algunos beneficios que la poesía puede aportar a cualquier profesional, además de su evidente disfrute intrínseco:

La poesía nos enseña a simplificar la complejidad: Cita como argumento una frase del empresario Sidney Harman que dijo una vez en The New York Times: "Yo solía decirle a mi personal que me trajera poetas como directivos porque los poetas son nuestros pensadores sistémicos originales. Miran a los entornos más complejos y reducen la complejidad a algo que pueden entender”. Según Coleman, los empresarios viven en entornos de caos y su desafío es hacerlo significativo y comprensible, así que leer y escribir poesía puede entrenar esa capacidad, la de conceptualizar mejor el mundo y comunicarlo.

- La poesía puede ayudar a desarrollar un sentido más agudo de la empatía: Se trata en definitiva de explorar sentimientos propios pero también ajenos, y muchos poetas se centran intensamente en la comprensión de la gente que está a su alrededor. Dice, por su parte, Boullosa en su reseña: “La poesía es un método de introspección, una manera de mirar el mundo. Un punto de encuentro para la búsqueda racional y la búsqueda intuitiva, la metafísica, la incertidumbre de la existencia, la conjetura, el misterio”.

Leer y escribir poesía expande la creatividad: Estas capacidades creativas pueden ayudar a los directivos a generar soluciones imaginativas y a navegar en entornos donde los datos no son suficientes para encontrar respuestas.


La poesía puede enseñarnos a infundir belleza y significado a la vida: Estimula el sentido del asombro y del propósito al incursionar en dimensiones profundas de la existencia humana, en la estética de las relaciones y en el autoconocimiento.